“Queridos hijos, os invito
a ser en el espíritu una sola cosa con mi Hijo. Os invito, a que, a través de
la oración y de la Santa Misa, cuando mi Hijo se une de manera especial a
vosotros, procuréis ser como Él: para que estéis siempre dispuestos como Él a
cumplir la voluntad de Dios, y a no pedir que se realice la vuestra. Porque,
hijos míos, por la voluntad de Dios sois y existís, pero sin la voluntad de
Dios, no sois nada. Yo, como Madre, os pido que con vuestra vida habléis de la
gloria de Dios, porque de esa forma también os glorificaréis a vosotros mismos,
según su voluntad. Mostrad humildad con todos, y amor hacia el prójimo. Por
medio de esa humildad y de ese amor, mi Hijo os ha salvado y os ha abierto el
camino hacia el Padre Celestial. Os ruego que abráis el camino al Padre Celestial
a todos aquellos que no le han conocido y no han abierto el corazón a su amor.
Con vuestra vida abrid el camino a todos aquellos que todavía divagan en busca
de la verdad. Hijos míos, sed mis apóstoles que no viven en vano. No olvidéis
que vosotros iréis ante el Padre Celestial y le hablaréis de vosotros. ¡Estad
preparados! Nuevamente os advierto: orad por aquellos a quienes mi Hijo ha
llamado, ha bendecido sus manos y os los ha dado a vosotros. Orad, orad, orad
por vuestros pastores. Os lo agradezco.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario