“¡Queridos hijos!, de nuevo
os invito a amar y a no juzgar. Mi Hijo, por voluntad del Padre Celestial,
estuvo entre vosotros para mostraros el camino de la salvación, para salvaros y
no para juzgaros. Si vosotros deseáis seguir a mi Hijo, no juzguéis, sino amad
como el Padre Celestial os ama. Cuando os sintáis muy mal, cuando caigáis bajo
el peso de la cruz, no os desesperéis, no juzguéis, sino recordad que sois
amados y alabad al Padre Celestial por Su amor. Hijos míos, no os desviéis del
camino por el que os guío, no corráis imprudentemente hacia la perdición. Que
la oración y el ayuno os fortalezcan para que podáis vivir como el Padre
Celestial desea, para que seáis mis apóstoles de la fe y del amor, para que
vuestra vida bendiga a quienes encontráis, para que seáis uno con el Padre
Celestial y mi Hijo. Hijos míos, esta es la única verdad. La verdad que lleva a
vuestra conversión, y luego a la conversión de todos los que vosotros
encontráis, que no han conocido a mi Hijo, de todos los que no saben qué
significa amar. Hijos míos, mi Hijo os ha dado pastores, ¡cuidadlos, orad por
ellos! Os doy las gracias.”
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